Balance Viajero de 2021

No creo que nadie piense que me equivoco cuando digo que 2021 ha sido la resaca del 2020. Tras vivir una situación sin precedentes, no comencé el año con demasiadas expectativas viajeras y bien que hice. Tenía mis ideas, sí, pero en la primera mitad de año vivíamos aún en pleno estrés post-traumatico del anterior y era mejor apagar la mente en lo que a alzar las alas se refería.

Lo que sí que tengo que decir es que este 2021 siempre será recordado por ser el final del mejor y más increíble viaje de mi vida: Los 33 años que he pasado junto a mi abuelo Adolfo. Soy una viajera incansable y sueño con recorrer los lugares más increíbles del planeta, pero para mí, el mejor de todos ellos siempre será a su lado.

Las malas noticias no acabaron (ni empezaron) ahí, pero me siento especialmente orgullosa de cómo las he encajado y de cómo he capeado el temporal. Han dolido, sí, pero las he aceptado con entereza, sacudiéndome el polvo, tendiendo la mano a quien haya hecho falta y continuando mi camino con humildad, bondad y esperanza, tal y como me enseño mi abuelo.

A pesar de tener la cabeza en otras partes la primera mitad del año, esta pasión mía que es viajar siempre encontraba algún resquicio para recordarme que tenía que seguir buscando momentos que me llenaran de vida y me permitieran coger aire. Viendo el percal y tratando lograr el equilibrio entre optimismo y realismo, Turquía era el TOP 1 para el “gran viaje” de verano; México parecía que era un destino que lo iba a poner fácil y al que no me importaba volver , pero la propuesta no fue secundada, y Sicilia y las islas griegas también pujaban alto. Por si todo esto no era factible, también tenía en mente un road trip por España y, aparte, promesa de ir a París y un bono de Iberia que gastar antes de verano.

Todo lo dejamos para el último momento y nada salió como había medio previsto, pero la verdad que no se dio nada mal.

Mallorca

Este viaje surgió por la necesidad de gastar un bono de Iberia que no pudimos usar en 2020 para una escapada de amigos. Como era muy difícil coincidir en verano, decidimos los que pudiéramos hacer algo justo antes, cuando se acabara el Estado de Alarma, y las fronteras cerradas nos llevaron a las Islas Baleares, no sin su correspondiente desembolso para test de antígenos requerido que nadie nos pidió.

El viaje fue muy corto, pero una delicia. Como todo el año, no estuvo exento de contratiempos, pero disfrutar de esas aguas después de todo lo pasado y aún sin masificación fue maravilloso. Además, me llevé la sorpresa de los pueblos de la Sierra de Tramuntana: Yo iba pensando en calas y miradores pero me volví enamorada de Valdemossa, Deia y Sóller.  Deseando volver por tercera vez con más tiempo.

Aragón, Barcelona y Costa Brava

Como las restricciones cambiaban de un día para otro y para cuando tenía vacaciones sólo me había puesto la primera dosis de la vacuna, el viaje largo del verano con mi novio tuvo lugar en España. Lo intenté hasta el último momento, pero que cuadrara el itinerario, el precios y horario de los vuelos y el tiempo de margen para hacer test de antígenos a la vuelta, etc…. Nos decía que lo más sensato era quedarse en la madre patria, así que tiramos de uno de los itinerarios que tenía en mente el año pasado.

El principio, la idea era empezar por Navarra, pero después del añito que llevamos, lo desechamos para tener unos días  con planes más de relax. Comenzamos por Alhama de Aragón para descansar en un balneario y visitar el tan famoso Monasterio de Piedra y después subimos hasta Huesca donde unas pinceladas de varias localizaciones TOP de los Pirineos (Monte Perdido, Ibón de Plan, Aínsa) nos dejaron claro que será un lugar al que volveremos.

De ahí fuimos a Barcelona, una de mis ciudades favoritas, pero que esta vez vi un poco de capa caída. Tampoco nos importó en exceso porque ya habíamos estado muchas veces y el plan era relax en un hotelazo con piscina en la azotea y probar varios restaurantes que teníamos anotados de hacía tiempo.

Para rematar, subimos hacía la Costa Brava donde visitamos una desierta Gerona que nos encantó, la famosísima Cadaqués, las playas de Begur, Calella de Palafrugell y los preciosos pueblos medievales de Besalú, Pals y Peratallada, a cual más bonito.

Un viaje más pausado a lo que acostumbro y lo que más me gusta pero que me encantó. Os dejé el itinerario aquí

Portugal

La promesa del viaje a París se tambaleó y decidimos reconvertirla en un fantástico road trip por Portugal. Fue un viaje en familia, cosa que me apetecía muchísimo, y medio improvisado: Sabíamos que empezaríamos por Oporto y terminaríamos por Lisboa, pero el resto era una incógnita…. Había varios lugares pero todo dependía del tiempo y de nuestro feeling. Así, comenzamos por Aveiro y Costa Nova, que nos sorprendieron muy gratamente hasta el punto de que pensamos en quedarnos de no haber tenido ya las noches reservadas en Oporto. Después continuamos por esta ciudad, la sorpresa del año y sin duda desde ahora mi favorita de Portugal.

Fuimos bajando con paradas en Fátima y Nazaré (aquí tengo que volver en invierno para ver las súper olas) y nos quedamos un par de noches en Lisboa, ciudad que yo ya conocía pero que el resto del equipo no, y a la que fue un placer volver. Por último, decidimos también pasar dos días de relax en Cascais, un pueblo que me gustó mucho y que supuso el broche de oro para el viaje. Ojalá vengan más en familia.

Llevaba años en el bombo y, como ya he mencionado, la sacamos del itinerario de verano con la idea de visitarla en un futuro próximo y menos mal, porque no creo que haya época que ponga a esta comunidad más guapa que el otoño con sus colores.

Comenzamos en las Bárdenas Reales, un “must” de España que aún no conocía, continuamos por Olite para visitar el Castillo y después subimos hacia el Valle del Baztán para disfrutar de sus paisajes y pueblos de cuento.

Terminamos en la capital y con pirotecnia gastronómica. Espero poder volver en el futuro y a ser posible en San Fermines, un sueño infantil. Podéis ver la ruta con detalle aquí.

En fin, un año más, vuelvo a hacer este repaso y al echar la vista atrás me siento afortunada de todo lo visto y vivido y más teniendo en cuenta las circunstancias, pero lo cierto es que esta pandemia, me ha hecho relacionarme con mi pasión de otra manera: Antes, la perspectiva de viajar me generaba felicidad, alegría, ilusión…. Ahora no, ahora es todo incertidumbre, nervios y frustración. Es una pena, pero en estos tiempos, pensar viajes no me lleva a darle vueltas a cómo cuadrar el itinerario, a cómo no pasarme del presupuesto o a qué platos tengo que probar, sino que acabo pensando en si el país estará abierto o no, si tendré para entonces el pasaporte Covid vigente, en si lo tendrán las personas con las que viaje, en si habrá que aumentar el desembolso por el requerimiento de una PCR o antígenos a última hora, en cómo dejar todo atado por si damos positivo allí o en sin la aerolínea cancelará el vuelo o me devolverán el dinero del hotel. Es un fastidio y una pena, pero supongo que muchos nos sentimos así y lo cierto es que aunque la situación no invite a ello y tenga que encerrar bajo llave y mi naturaleza viajera, he de confesar una cosa: Ya he llegado al punto en el que necesito más. Estos dos años han estado muy bien, pero yo ya quiero que “me den lo mío”.

Aunque tenga que hacer tope para que mi mente no se escape de este espero momentáneo baúl, nadie sabe las ganas que tengo de visitar templos, comer en un puesto callejero, bañarme en aguas cristalinas y montar en moto en algún país del sudeste asiático, visitar los nuevos miradores de Nueva York y tomarme una hamburguesa en Shake Shak, regresar a mi Londres y combinarlo con una visita a los Cotswolds y a los Estudios Warner de Harry Potter, conocer mis grandes pendientes europeos: Turquía, Islandia, Croacia, Dinamarca y Polonia, meterme dentro de un documental en cualquier país de África, comenzar a descubrir Sudamérica y poder cumplir mis 3 restantes sueños viajeros más grandes: Japón, la Costa Oeste de EEUU y Egipto. ¿Será 2022 el año? Sinceramente, no lo creo… pero espero que al menos sea por una buena razón y que, como siempre, salvemos los muebles.

¡Nos vemos dentro de un año!


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