2018 se presentaba como un año de cambios. Un año que requería dejar en un segundo plano mi gran pasión, viajar, para centrarme mucho en otras cosas necesarias para mí que necesitaban de un mayor enfoque. Un año de meter situaciones tóxicas en un barril de residuos radiactivos a enterrar, de tomar decisiones difíciles, de adaptarse a escenarios incómodos y de sacudirse dudas. Cambios se fueron dando, sí, pero no en el sentido que yo tenía en mente. Independientemente, esperaba al menos poder realizar mi gran viaje de verano, que este año no podía ser más que a Indonesia, un sueño viajero que fue ganando peso en los últimos tiempos. Si además conseguía pasar unos días en diciembre haciendo snow, ya hacía pleno. De esta manera, completaría el año con menos escapadas comparado con los últimos, esperando, como dije antes, que el resto de frentes se cerraran. Lo cierto es que siguen abiertos, pero la “previsión” viajera se ha superado con creces… otra vez.
Indonesia y Kuala Lumpur
Un viaje que comencé a mediados de junio y que no pude confirmar hasta menos de dos meses antes, muy en contra de lo que me gusta hacer. Con esta incertidumbre, estuve abierta a todas las posibilidades teniendo varias ideas en mente, pero el sueño estaba claro: Indonesia. Aún saliendo algo más caro de lo que podría haber salido por la proximidad de fechas, conseguí hacer un viaje fantástico a mi medida y con la “marca de la casa”.
Visité la ciudad de Kuala Lumpur y sus impresionantes Petronas, pasé unos fantásticos y relajados días en Lombok, donde disfruté de sus playas, sus cascadas y, como no, de la comida. Pasé a Gili Air que, aunque en un primer momento no me hizo mucha gracia, me acabó cautivando con sus paradisíacas playas, su fondo marino y sus geniales restaurantes. En Bali lo tuve todo: Relax, emoción, templos, cultura, gastronomía, paisajes, playas… Un lugar de ensueño. Komodo era un imprescindible en la ruta y no defraudó: dragones y las vistas desde lo alto de Pulau Padar, el detonante para que este viaje empezara a cristalizar aunque luego allí sus aguas nos hicieran pasar por una de nuestras peores experiencias. La siguiente isla visitada fue Java donde si bien no encontré las comodidades, gastronomía y magnetismo de los otros puntos del itinerario, tuve la posibilidad de visitar los atractivos templos de Yogyakarta y de sumar dos experiencias únicas con la visita de los volcanes Ijen y Bromo, este último, lo más alucinante que he visto jamás.
Volví diciendo que había sido el viaje de mi vida. Sin duda, ha sido el más completo… pero ha hecho mucho la compañía: Mi novio y compañero de pequeñas y grandes aventuras, que se suma a todas y que confía plenamente en mi criterio, el que me sigue el ritmo aunque pasadas las dos semanas de viaje le entre algo de morriña y reclame destinos más cercanos. Afortunadamente esto le dura poco; cuando hablamos de un próximo destino prefiere que sea un viaje largo y lejano, que lo cercano y breve le sabe a poco. Gracias por tantos recuerdos y sueños, Rafa. A por más.
Benidorm
A esta ciudad le tengo un cariño especial. En mi infancia podíamos veranear en cualquier lugar, pero siempre había unos días para Benidorm. He pasado muchos buenos momentos allí y lo mismo le ocurre a Alberto, mi mejor amigo, que tiene un apartamento en el que pasamos un estupendo fin de semana de septiembre recordando los ’90, tomando el sol, bañándonos a una temperatura ideal, hablando de lo de siempre y de lo de nunca, patinando, comiendo y jugando al mini golf…porque a nosotros, en vez de desfasar, nos da por hacer ese tipo de cosas. Siempre serás mi tórtola, Alber… 2018 lleva tu sello. Gracias.
Estocolmo
Los cambios llegan (o no), pero lo que es una constante en mi vida son las amistades de primera. En el año en el que he cumplido 30, mi otro mejor amigo, José, me quiso hacer un regalo especial para disfrutar de lo que más me gusta: viajar y comer. Así, pasamos un fantástico puente de la Almudena alargado en Estocolmo: Un casco antiguo de cuento, una historia interesante, unos dulces y carnes exquisitos, una ciudad tranquila y agradable y una calidad de vida envidiable (a falta de buen tiempo) abren la veda de los países nórdicos para mí. Gracias por quererme tanto y tan bien, Josito.
Sierra Nevada
Mi otro “deseo” del año. Ojalá tuviera tantos días de vacaciones como para poder hacer todos los viajes y actividades que me interesan, como por ejemplo el snow. Aunque he pasado varias veces por Xanadú y Navacerrada, hacía más de 3 años que no hacía un viaje de este tipo y me apetecía mucho. La idea inicial era el Pirineo, como siempre, pero la meteorología nos llevó a Sierra Nevada, el lugar con más nieve para el Puente de Diciembre. Solazo y kilómetros de pistas… pero también mucha gente. En cualquier caso, una experiencia muy disfrutada y un lugar para repetir.
Lisboa
Como os conté antes, 2018 fue el año en el que he cumplido 30 y merecía una celebración especial, pero es que también los cumplía mi amigo José y si él me regaló la escapada a Estocolmo, yo se lo devolví con un fin de semana de diciembre en la vecina Lisboa, una ciudad que ninguno conocíamos a pesar de haber visitado Portugal. Nos pareció ideal para un par de días, con mucho ambiente, bastantes cosas que ver y por supuesto con buena mesa (¡Benditos croissants!). El tiempo, además, acompañó durante toda la estancia menos una tarde en la mágica Sintra, así que creemos que no podemos cerrar el año de mejor manera.
Recapitulando, no deja de resultarme curioso ver que independientemente de que el resto de “planes” se materialicen o no, los viajes siempre terminen saliendo ¿Cómo no los voy a tener en un altar? Solo necesito la confirmación de días libres (cosa que tampoco es fácil) y ya me pongo yo a los mandos para que vayan adelante de la mejor manera. Y os aseguro que lo consigo. Así que espero que en 2019 esta habilidad se haga extensible a todos los campos y que, en la medida de lo posible, los viajes se sigan dando, aunque confieso que estoy dispuesta a sacrificar un poco de ésto que tan feliz me hace a cambio de unos pasos de gigante en otros aspectos. Y es que al referirnos a todas las vivencias, aprendizaje, situaciones y buenas energías que nos da viajar, a veces utilizamos la expresión «salir de tu zona de confort«…. pero ¿qué pasa si esa zona de confort son los propios viajes? ¿Qué pasa cuando el día a día te plantea retos más mundanos pero que percibes cómo mucho más complicados? ¿Qué hay si te sientes más confiada a la hora de bajar andando al cráter de un volcán, hacer un safari por tu cuenta o pasearte por el Bronx que al enfrentarte a determinadas situaciones personales, económicas o laborales? Durante todo el proceso del viaje (preparación, desarrollo y relato) me siento como pez en el agua, así que ahora toca ponerse en «modo Sirenita» y aprender a teler cola y piernas.
To be continued in December 2019…..
Oye pues para haber dejado los viajes en segundo plano no te ha salido nada mal el año eh?
Es que las de la cosecha del 88 somos así de molonas 😏
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Bueno, se han intentado dejar en la fila de atrás, pero al final siempre sacan la cabecita (y menos mal, porque como fuera por el resto…. año complicadillo)
¡Feliz año, Paula! (¡Viva la cosecha del 88!)
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