El segundo día de trekking nos despertamos muy pronto, sobre las 6:30. Habíamos descansado bastante a pesar del que el ruido de la lluvia nos despertó un par de veces por la noche, pero la mañana estaba radiante y más con con las impresionantes vistas al Anapurna I y el Himchuli desde la habitación.
La noche anterior habíamos encargado el desayuno sobre las 7:00 (importante hacerlo para no tener que esperar, porque todo el mundo lo pide a la misma hora) y bajamos al porche a tomarlo con el resto de los viajeros con unas vistas y temperatura ideales. Siguiendo nuestra aún conservadora dieta, pedimos dos zumos de limón con agua caliente, una tortilla de queso y una tortita de manzana. Suficiente para empezar con energía la ruta.
Reposamos un poco, nos despedimos del resto de viajeros que más adelante nos volveríamos a encontrar y pagamos 1.735R (13,40€) a la guest house por el desayuno y la cena del día anterior… Recordad que negocié la habitación gratis.
Salimos exactamente a las 8:53 de la mañana para enfrentarnos a la etapa más corta pero supuestamente más dura. A mí no me lo pareció comparada con la del día anterior. Los 40 primeros minutos hasta el pueblo de Banthanti sí son complicados, con escaleras empinadas, pero se hacen bastante amenos viendo pasar búfalos y burros y cómo los habitantes limpian sus casitas. Hasta allí también se puede ampliar la etapa del día anterior, son sólo 40 minutos más.
El sol comenzaba a apretar pero afortunadamente entramos a un tramo arbolado con bastante sombra y riachuelos que refrescaban. Era una delicia llenar nuestras botellas con esa agua pura y fresca que después potabilizábamos con pastillas. La ruta alternaba llanuras, bajadas y pequeñas subidas, pero el paisaje ayudaba con un entorno precioso salpicado de pequeñas y grandes cascadas.
El último tramo del camino implicaba subir bastantes terraplenes y escaleras, pero bastante menos empinadas que el día anterior. Afortunadamente me encontraba mucho mejor. Las horas de sueño y una alimentación más nutritiva y contundente me habían dado toda la energía que me había faltado.
Hicimos un alto en el camino y repusimos fuerzas con plátanos y barritas de cereales, pero ya no quedaba nada. A las 12:50, cuatro horas después y cumpliendo exactamente con el plan previsto, llegamos a nuestro destino: Ghorepani, situado a 2.850 metros de altitud.
El pueblo es precioso, con escaleras de piedra y pizarra y un montón de guest houses. Está dividido en dos partes pero las mejores vistas están en la segunda, más arriba. Decicimos sentarnos un rato en la primera maravillados por un niño: Iván (así era como se pronunciaba, pero dudamos de que se escribiera como en español). Tenía menos de dos años y ayudaba a su madre a tender la ropa en el patio cuando no cogía un palo y gritaba a los búfalos cual pastor. Cuando nos vió con el palo de la GoPro, no dudó en acercarse y utilizarlo para lo mismo… (de paso se hizo unas cuantas selfies sin saberlo). Estuvimos jugando un rato con él, sólo quería que nos sentáramos a su lado mientras usmeaba en nuestra mochila… al parecer lo que más gracia le hizo después del palo fueron los cacahuetes, así que ahí nos tuvo un rato pelándoselos y dándose un festín… Era adorable y no nos dejaba marchar, pero teníamos que seguir.
Antes de abandonar esa parte del pueblo, hicimos el registro en el control de permisos y continuamos un tramo de escaleras más hacia la parte más alta. Ahí había un pequeño supermercado y varios hoteles, pero aún era pronto… de hecho éramos el segundo grupo que llegaba tras los italianos y su guía. Nos sentamos otro rato simplemente a observar y decicir en qué hotel nos alojábamo pero se nubló completamente y el fresco se hizo importante, así que tuvimos que decidir y lo hicimos por el Dhaulaghiri Lodge. Les pregunté el precio de la habitación pero primero insistieron en enseñárnosla y estaba genial, incluso mejor que la de Katmandú. Era sencilla sencilla pero tenía baño privado y ducha con agua caliente y eso a esa altitud era todo un lujo. Me pidió 200R, pero de nuevo la conseguimos gratis a cambio d desayunar y cenar allí.
Nos tomamos una de nuestras latas de atún y unos biscotes con crema de cacahuete mientras fuera comenzaba una lluvia muy fuerte que apenas paró en toda la tarde. La ducha de agua caliente y la siesta nos supieron a gloria. Por la tarde, bajamos al comedor y no había otros huéspedes con los que hubiéramos coincidido, tan sólo un grupo grande de alemanes mayores que iban con guías y sherpas que sólo hablaban entre ellos…. Fue una pena porque nos apetecía volver a compartir experiencias con algún otro viajero. Compramos una linterna en en supermercado para la subida de madrugada al Poon Hill (pensábamos alumbrar con los móviles, pero visto lo visto….) y aprovechamos que ahí tenían teléfono de pago para llamar a casa por 50R el minuto y dar señales de vida. Pasamos la tarde descansando, comentando impresiones sobre el viaje y escribiendo mientras fuera no paraba de llover.
Sobre las 20:00 bajamos a cenar y todos los alemanes secaban sus empapadas ropas alrededor de la chimenea del hotel. Era un ambiente bastante acogedor aunque echamos de menos no compartir impresiones con otros viajeros como el día anterior. Pedimos un pollo a la brasa con patatas y salsa que nos sirvieron chisporroteando directamente en una parrilla, como un churrasco. Estaba delicioso. De eso no comí demasiado porque seguía sin tener el estómago al 100% y bastante arriesgaba ya con los frutos secos, así que mi plato fue una sopa de pollo. Lo acompañamos con agua y una Cocacola y nos fuimos a dormir pronto, no sin antes recuperar juegos de la infancia cuando no existían entretenimientos ligados a tablets y móviles…. ¿Recordáis los partidos de fútbol con el reloj digital? Pues eso hicimos. Desconexión total.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
– Desayuno + Cena del día anterior + noche hotel anterior en Ulleri (Super View): 1725R
– Linterna: 450 R
– Llamada a España (1min): 50R
Total: 2225R (17,20€)